miércoles, 27 de agosto de 2014

Como el viento en la noche


Marco Teruggi
Comuna Carlos Escarrá

Cuando Isólis ordena las sillas en círculo, la noche se acerca trayendo el comienzo del viento, y en el cielo el sol ya se ha hecho estrellas –como racimos tal vez-. En las calles quedan pocos carros, el calor continúa sin tregua, y cerca, muy cerca, se encuentra la montaña con su selva y ríos y pájaros, y detrás de ella algunos pueblos y el mar Caribe.



La tranquilidad con que Isólis, y de a poco más personas, organiza el espacio en el cual se realizará la asamblea comunal, contrasta con la realidad vivida en ese lugar un mes atrás. No es necesario preguntar: allí está el supermercado saqueado, el quiosco dañado con pintura y humo negro, al igual que la arepera socialista, a la que le arrancaron parte del techo –abandonado a unos cien metros de ahí luego de haber sido utilizado como barricada-.

Sucedió entre el 21 y el 24 de febrero. “De no haberse dado el saqueo, las casas de los líderes chavistas de la parroquia habrían sido atacadas”, explica Isólis. Fueron noches de fuego –cortes de las avenidas, bombas molotov, una bombona de gas que quisieron explotar contra la arepera-, noches en las cuales la violencia de la derecha cobró fuerza y radicalidad.

Pero nadie retrocedió, y al apagarse las últimas llamas –al terminar un round, otro más, no el último- la comuna “Carlos Escarrá” retomó sus actividades abiertas en la plaza principal de la parroquia El Limón, vecino a la ciudad de Maracay, en el estado Aragua.

Y ahí está Isólis Rivas como cada lunes, sentándose, y de a poco los demás comuneros y comuneras, hasta que el silencio se hace y comienza la asamblea, sus discusiones sobre la renovación de vocerías de los consejos comunales, los operativos de Mercal, la construcción de nuevas viviendas, las actividades culturales, la participación en la Conferencia por la Paz realizada el día anterior en Caracas. Así muchos temas, avanzando, retrocediendo, y volviendo a avanzar, como el mar, detrás de esa selva.

De la reunión participan los catorce consejos comunales que conforman la comuna. En el comienzo, hace siete años, eran cuatro, dispuestos a hacer camino juntos. Para ello recorrieron las demás comunidades de la parroquia con una meta: impulsar la conformación de nuevos consejos comunales. La comuna fue deseo, búsqueda obstinada. Isólis aprendió una verdad: “Las comunas no se decretan, nosotros las armamos por una necesidad propia del pueblo”.
Obstinada, sí. “El futuro es nuestro, por prepotencia de trabajo”, decía el escritor argentino Roberto Arlt. Así se hizo “Carlos Escarrá”, con trabajo, voluntad en cada esquina, cada desafío. “Todo lo que conseguimos en salud fue una lucha del pueblo” cuenta Isólis mientras enumera los logros: una sala de rehabilitación integral, un centro de alta tecnología, un servicio de odontología y de medicina general.

 Comenzaron tomando el espacio donde funcionaría el primer espacio de salud. “La comunidad luchó, diariamente había 200 personas, cada noche hacíamos guardias, nos empoderamos del espacio”, cuenta. Ahora tiene el puesto de defensora de la salud. Cada mañana a las 7:30 de la mañana abre las puertas de una realidad conquistada. Al hacerlo ve un cerro, un azul de cielo, y a su lado una médica cubana.

No sólo la salud fue una lucha. En el tiempo de la toma el alcalde era de oposición, por eso la resistencia. Pero esa no-relación, esa confrontación nunca cambió. De los cuatro alcaldes chavistas que ocuparon el municipio, todos, como explica Isólis, “traicionaron la revolución”. La última en ejercer ese cargo no fue la excepción: “Ejerció políticas contrarias al poder popular, nos negó los proyectos que le presentamos, se rodeó de gente opositora, desconoció los consejos comunales, y realizó actos de corrupción”.

Así también les sucedió con varios actores del chavismo. “En nosotros no creían muchas personas de las instituciones, no aceptaban que estuviéramos yendo hacia las comunas, no nos apoyaban en nada, pero tuvimos la decisión de no pararles, y con la constancia nos impusimos”, cuenta. La asamblea ha terminado hace pocos minutos, ya la calle es silencio y la plaza soledad.

Cuando Isólis habla de las instituciones se refiere no solamente a la alcaldía, sino al entonces llamado Ministerio del Poder Popular para las Comunas y Protección Social –hoy para las Comunas y Movimientos Sociales-. “No se nos atendía, nos negaban el registro”, recuerda. Esa situación ha cambiado: “Ahora empezaron a respetarnos, a escucharnos”. De igual a igual, desarmando el vínculo desigual de poder entre la institución estatal y la comuna, eso es para Isólis, lo que se debe, lo justo según el proyecto bolivariano.

En cambio la relación con la alcaldía no solamente no cambió, sino que al realizarse las nuevas elecciones el pasado ocho de diciembre –en las cuales el chavismo ganó a nivel nacional con una ventaja de 700 mil votos- el resultado quedó expuesto: un alcalde de Voluntad Popular resultó electo. La consecuencia rápidamente se evidenció: el apoyo logístico –también trajo gente de otras parroquias en particular para el saqueo- y político de la alcaldía a los recientes hechos de violencia.

“Le pedimos a la coordinación regional del Psuv (Partido Socialista Unido de Venezuela) la revisión, expulsión e intervención, y no fuimos escuchados. Después de 4 años de su gestión perdimos el municipio y ganó un alcalde de derecha”, recuerda Isólis. Se detiene y dice sobre la noche ya vacía: “Podemos ser chavistas, disciplinados con el Psuv, pero no pendejos, no soportamos más traiciones”.

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El día en la comuna comienza temprano. Así el sol, el final del viento que de a poco se va, la selva que sigue cerca, y en su orilla centenares de hombres y mujeres empujando el destino, juntos. Sobre ellos vuelan pájaros de cuello amarillo, azul, y el final del viento que de a poco se va.

En su camino entendieron la lucha como una necesidad para profundizar la organización popular. Así emprendieron diferentes apuestas, como por ejemplo disputar dentro del Psuv. Lograron así que los dos concejales del partido en la parroquia provengan –y sigan perteneciendo- de los consejos comunales de “Carlos Escarrá”. 

Uno de los comuneros concejales es Brullerby Suárez. “Hay resistencia en las estructuras del Psuv en que se transfieran poderes al poder popular. Pero nosotros decidimos infiltrarnos para desde allí impulsar políticas públicas, implosionarlo desde adentro”, explica. También se dieron una estrategia hacia las Unidades de Batalla Hugo Chávez: todos sus jefes son ahora voceros de los consejos comunales.

¿Para qué esa decisión, esa disputa? En primer lugar para no dejar el partido en manos de actores político contrarios a las comunas. Pero también por una concepción del alcance de la nueva política que buscan construir: “La comuna es el gobierno de todos, y queremos impulsar políticas porque nosotros las padecemos y las podemos transformar”, cuenta Brullerby.

Las tareas de los concejales son un aprendizaje no solamente para quienes ocupan esos cargos sino para la misma comuna: de ahí, de su asamblea de cada lunes, surgen los lineamientos a ser llevados a la alcaldía. “La asamblea arma las propuestas de ordenanzas, las discute, y existe además un control y seguimiento del Psuv por parte del poder popular”, explica el concejal. Él por su parte pasa la mayor parte de su tiempo en las calles de la parroquia.

Las ordenanzas que impulsan buscan ir en una dirección: fortalecer al poder popular. Así por ejemplo están proponiendo que puedan participar los espacios de organización popular en el consejo local de planificación pública. Abrir los espacios estatales y avanzar en la transferencia de poder hacia las comunidades organizadas, una apuesta estratégica.

El horizonte en las palabras de Brullerby es uno: el Estado Comunal. “Somos fervientes creyentes del nuevo Estado, y para eso tenemos que transferir el modelo económico, que los medios de producción estén en manos del pueblo organizado”. El horizonte en las manos, así puede e intenta ser la comuna cada día, desde temprano.

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Al mediodía los árboles de la plaza cargan el sol sobre sus espaldas, y debajo las sombras, buscadas. A esa hora los trabajadores de la bloquera comunal “El Torreón” descansan -las hileras de bloques mientras tanto se secan bajo el azul impiadoso-. Las trabajadoras de la arepera en cambio venden almuerzos y jugos y arepas y todavía algún desayuno criollo.

Esas son las dos Empresas de Propiedad Social de la comuna. En la bloquera trabajan siete personas. Su producción está destinada a la comuna –para la construcción de viviendas- y a otros consejos comunales de Maracay. En la arepera tienen su puesto de trabajo nueve comuneros. Todos cobran según la producción. Con las ventas además cubren los gastos de mantenimiento de las máquinas, y aportan el 6% del excedente a la comunidad.

Una de las decisiones que tomaron entre las empresas y la comuna fue la de no aumentar los precios siguiendo la inflación –generada por guerra económica de la derecha-. Así por ejemplo un bloque es vendido en 9 bolívares, mientras en el mercado cuesta 18. “El margen de ganancia es corto pero el principio de estos espacios de trabajo no es el de enriquecerse especulando sino el de tener un uso social, tanto de la producción como de las maquinarias”, afirma José Carrillo, vocero de la bloquera.

Además de esas dos empresas, existe también la Base Agroproductiva Socialista de cultivo La Limonera, un espacio de producción de hortalizas, verduras y especies aromáticas. Esa experiencia impulsada por la Misión AgroVenezuela guarda una diferencia con la bloquera y la arepera: allí no se ha logrado la autosustentabilidad, cada jornalero cobra un incentivo semanal brindado por el Estado. El objetivo a mediano plazo es terminar con esa necesidad, y que la base agroproductiva pueda funcionar como una empresa de propiedad social.

Ángel Rivero, jornalero y miembro del comité de agricultura urbana dentro de su consejo comunal, al analizar la situación en la que se encuentra, llega las siguientes conclusiones: “Las dificultades se deben a la pérdida de la cultura del trabajo de la tierra, de la siembra, las costumbres de nosotros mismos, una herencia impuesta por el capitalismo centrado en el auge petrolero y en el abandono del campesinado”. Ángel insiste sobre la necesidad de avanzar hacia la soberanía alimentaria –“como siempre decía Hugo Chávez”, acota-, y eso empezando por la de cada comunidad.


Por eso Ángel, junto a cinco jornaleros más, va cada mañana a trabajar –allí también se acercan brigadistas de la Universidad Central de Venezuela y de la Universidad Bolivariana de Venezuela-, temprano. Luego el calor golpea demasiado, nace el sol que quema. Aprendió a trabajar los 34 canteros, el conuco, a cosechar remolachas, lechugas, a cuidar, regar, darle vida a la tierra –esa tierra que sólo espera la mano del hombre y la mujer- para ayudar a producir los alimentos para su comunidad, para la necesaria independencia económica.

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“Los espacios ganados no los vamos a ceder a la derecha” dice Isólis. Ya la tarde se ha encontrado con la noche, y el azul se puebla de negro y de los primeros racimos. En la plaza preparan los equipos para la proyección de un documental, una actividad impulsada por el espacio cultural de la comuna, abierta a la mirada de la calle, que por el momento continúa en calma

Mariale Caraballo junto a su compañero, Dr. F. como le dicen, forman parte de quienes motorizan ese trabajo, en particular con los jóvenes del barrio, organizándose alrededor de las diferentes artes urbanas –entre ellas graffiti, skate, hip-hop-. Participan los lunes en las asambleas a través de su colectivo, Jalea 283, y tienen un proyecto nodal: abrir en la comunidad un espacio para brindar talleres de producción audiovisual, un estudio de grabación, una radio, una televisora, “un lugar para la formación cultural”.


“Rumba y formación” explican, y ese último aspecto cobra cada vez mayor centralidad: el proyecto comunal se enfrenta con una derecha que no solamente se opone violentamente, sino que también ha ampliado su estrategia: desde hace 3 años han comenzado a infiltrarse en los consejos comunales. Así, de los 18 que están conformados en la parroquia, 4 no se han unido a la comuna.

Según Dr. F., la posibilidad de que hayan logrado hacerlo se debe a “la falta de claridad de mucha gente sobre qué es el poder popular”, y a la composición social de quienes están en esos espacios: de clase media-alta. Ante esto, la necesidad de profundizar y generar nuevos espacios e instancias de formación se tornó imprescindible. Por eso el cine-foro al caer la noche, por eso el futuro espacio cultural.

Pero la derecha no solamente ha logrado desvincular a algunos consejos comunales del proceso comunal y chavista, sino que también ha venido disputando en el interior de aquellos que sí están en “Carlos Escarrá”. Isólis lo vive en su propio consejo comunal, de las 110 personas que participan activamente, 94 son chavistas y 16 opositoras. “Para ellos es clave tener gente en la base popular, por se meten para romper, quebrar, confrontan políticamente en la elección de las vocerías, pero no han logrado ser mayoría”, reflexiona, y señala el criterio que han adoptado: “Nosotros no les prohibimos que estén, pero eso sí, los consejos comunales son para ir hacia el Estado Comunal, el que no quiere eso se va”.

“No vamos a ceder los espacios a la derecha”, repite, y sabe que ese camino demanda esfuerzos, confrontaciones –al tercer día de las guarimbas los comuneros fueron, sin golpes pero cuerpo a cuerpo, a correr a los opositores-, exige hombres y mujeres haciendo y haciendo, “entregados a la revolución”, como deja claro Ismelda Martínez. Ella abre el quiosco comunal todas las mañanas, ahí tiene afiches de Hugo Chávez, de Simón Bolívar, café, periódicos, una luz que corre libre por sus ojos.

 Por eso Isólis resume lo que se debe: “No podemos estar criticando sin hacer, sin contribuir a organizar, hacer una revolución es cambiar radicalmente, y para eso tenemos que aportar para transformar”. Así han aprendido en la comuna, se han fundado, aunque los que debían ser aliados no siempre lo fueron, y disputaron el territorio, el partido, las elecciones, la forma de pensarse como individuos, de armar y re-armar lo colectivo. Así crean cada día el país que vendrá, lo tejen como el viento en la noche, silenciosos, con la voz entera, contra el fuego del otro que saben, volverá a golpear.

Fotos: Gustavo Lagarde


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