28 Julio, 2014 publicado por reinaldoiturriza
El hombre Chávez apareció entre nosotros para enseñarnos que, contrario a lo que hubiéramos podido pensar, no éramos menos que nadie, hombres y mujeres de tercera categoría, sino seres humanos dignos, merecedores del respeto del mundo. Chávez fue ese hombre nuestro que, en nuestro nombre, se rebeló contra la inhumanidad que nos reservaban las elites como fatalidad, y reafirmó nuestro derecho a decidir nuestro propio destino. Se dice rápido, pero hay que ponerse en los zapatos del pueblo venezolano veintidós años atrás, y recordar su desesperación, nuestra rabia. Hasta que apareció el hombre Chávez. Incluso en la derrota, tuvo los arrestos para hacernos un guiño y nos invitó a seguir peleando. ¿Cómo no hacernos cómplices de un pelotero que, al término de una remontada fallida, nos pide seguir jugando hasta dejarlos en el terreno? No sólo no había pueblo vencido. Por primera vez en mucho tiempo teníamos la certeza de que el equipo ganaría. La grandeza de Chávez estribará siempre en su entereza para sortear cada dificultad, en su entusiasmo a pesar de la adversidad, en su alegría infinita. Saberlo como nosotros, parte de nosotros, no sólo lo hacía más grande, sino que nos hacía mejores. Con Chávez aprendimos a ser un pueblo que lidia con las peores dificultades como quien asiste a una fiesta.
Irremediablemente humano, se nos murió Chávez. Y podemos decir con justicia que nunca enfrentamos dificultad más grande. Dolor más profundo. Chávez llegó a nosotros bajo el signo de la celebración. Nicolás (permítame, Presidente), en cambio, debió asumir su responsabilidad en nuestra hora más triste. Ello entraña una doble responsabilidad y una pesada carga que debemos distribuir entre todos: la de recordarnos lo que significa ser chavistas. Recordar a Chávez como el hombre extraordinario que fue, pero ante todo como hombre. Ese hombre como nosotros, que nos hizo redescubrir nuestra humanidad, y que nos enseñó que no había dificultad insuperable si luchábamos como pueblo unido.
Con motivo de la celebración de los primeros 60 años de Chávez, me parece oportuno el recordatorio: el mejor homenaje que podemos rendirle al hombre, es ser capaces de disipar la tristeza que nos dejó su partida. Para ello, es preciso redescubrir, si fuera necesario, la alegría de enfrentarnos a la dificultad, cualquier que ésta sea, con la certeza de que venceremos. Es preciso redescubrirnos como seres humanos capaces de las mejores cosas, no importa el tamaño del problema. Eso es, en última instancia, lo que significa ser chavista. Nicolás está haciendo su mejor esfuerzo. Hagámoslo todos.
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